lunes, 24 de mayo de 2010

Mejorar la autoestima: Una clave para alcanzar la felicidad


Cuenta conmigo
A estas edades, un amigo íntimo proporciona una seguridad adicional a la que nuestro hijo encuentra en casa. Comprobará que en la calle, en el colegio, también puede encontrar personas de las que fiarse: su mejor amigo. Así, crecerá confiado, seguro y equilibrado. Al apoyarse uno a otro, su autoestima (la de los dos) se verá incrementada.
El gran argumento que le llenará de satisfacción será "es mi mejor amigo". Como puede contar con su amigo íntimo, nuestro hijo será capaz de comportarse de maneras insospechadas en el colegio o en la calle. Sin embargo, delante de los padres o en casa parecerá un angelito.
"¡No es posible que mi hijo...!", podrá escapársenos. Sin embargo, sí es posible, porque con su amigo puede llegar hasta el fin del mundo. Se trata de un paso lógico y bueno en su proceso de autonomía con respecto a los padres.
Un amigo: un espejo
Al amigo íntimo se confían todo tipo de secretos, de anhelos, de aficiones, de primeros amores, de sueños, de enfados... Y el modo de asimilar todas estas situaciones dependerá mucho de la opinión del amigo y de su experiencia.
Un buen amigo íntimo puede ayudarle a pensar siempre bien de los demás, a pensar siempre con optimismo ("lo conseguiremos"), etc. Pero por la misma razón, también puede deformarle si no hace más que criticar a sus compañeros o si echa abajo todos los sueños del amigo.

Amplitud de miras
Una amistad íntima es, en principio, beneficiosa para nuestro hijo. Pero si se lleva hacia alguno de sus extremos, puede tener algún efecto negativo.
Por ejemplo, si en esa amistad se llega a un grado tal de intensidad que se cierren en su mundo y no se abran, justo lo contrario de lo que debería conseguir.
Así se convertirían en poco sociales y no tendrían amigos en clase, irían siempre juntos sin comprobar la riqueza que pueden aportar otros amigos distintos. En vez de ampliar su radio de acción, una amistad íntima mal entendida puede llegar a constreñir su visión del mundo.

Personalidades distintas
También puede ocurrir que en esa relación de amistad íntima se produzca un desequilibrio de personalidades... en el que puede salir perjudicado nuestro hijo.
Cuando el carácter, los puntos de vista, el empuje, etc. de los dos chicos o chicas es fuerte, aunque con sus peculiaridades, no hay problema alguno. Al revés, se van limando aristas, aprenden a ceder, lo mismo que a llevar adelante lo que se proponen.
Resulta problemático, por el contrario, cuando uno de los dos tiene una personalidad débil, pues (sin mala fe por ninguna parte) puede acabar dominado, sin poder desarrollar su iniciativa, anulada su personalidad.
Siempre hará lo que el otro le diga, seguirá ciegamente a su amigo, etc. Y esto es igual de negativo si nuestro hijo tiene vena de dominador y encuentra una víctima ideal en su amigo íntimo: no sabrá compartir, trabajar en equipo... sino tiranizar.

¿Un tesoro?
Quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Pero quizá habría que glosar un poco más esta afirmación: Es quien tiene un buen amigo, el que tiene un tesoro; el otro, el que cuenta con uno malo, tiene un enemigo dentro de casa.
Si se trata de un buen chico, ambos se apoyarán y empujarán para portarse bien y, aunque hagan travesuras, se desarrollarán adecuadamente. Pero, por el mismo motivo, también es más fácil portarse mal si el amigo tiene malas inclinaciones.
Las conversaciones periódicas con el profesor de nuestro hijo no sólo deben tratar sobre el rendimiento académico; también hay que preguntar cuántos amigos tiene, cuál y cómo es su mejor amigo, si domina a los demás chicos o, al contrario, es dominador...
Tenga o no un amigo íntimo podemos procurar que se relacione con más gente. Por ejemplo, ilusionándoles con alguna actividad extraescolar, deporte de equipo etc. donde encontrará más amigos. Deberán ser actividades más colectivas que individuales, para que se interrelacione.
A estas edades, pasar la noche en casa del mejor amigo es una de las experiencias más atractivas. No debe darnos miedo dejarle: sólo hay que controlar que se porte bien y que no se convierta en demasiado habitual.

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